Hola buenos días.
Hoy cuando leáis este post, yo estaré disfrutando de mi último día de vacaciones ¡¡en Nueva York¡¡ Llevamos allí (y digo llevamos porque estoy con mi marido y mis hijos) desde la semana pasada, pero dejé programadas las entradas para que el blog siguiese con su ritmo normal.
Ok, prometo en la entrada del jueves contaros todo, todo todo. Con pelos y señales.
Pero mientras, os enseño una de las últimas tartas que hice antes de marcharme. Fue la que le preparé a mi hijo Pablo y a tres amigos más (Julen, Naroa y Alba) para que soplasen las velas por su 9º cumpleaños.
La verdad es que fue una tarta exprés porque la idea era celebrar el cumple el último día de curso con una gran fiesta temática, como hacemos siempre. Y para muestra, la fiesta rockera que hicimos al año pasado, o la de indios y vaqueros de hace dos. Pero por varias y diversas circunstancias, este año la hemos tenido que posponer hasta el mes de septiembre, así que de un día para otro tuvimos que decidir que celebrábamos el cumpleaños en otro lugar.
Como es lógico, yo me encargué de la tarta. Pablo ya me había dicho desde hace mucho que quería un Minion, en concreto el morado, así que eso es lo que le hice. Como os digo, la cosa fue de un día para otro por lo que no me dio tiempo de modelar ni los brazos ni los pies. Total, que el pobre Minion se quedó "manquito"... jajaja. Pero bueno, a todos los niños les encantó, así que eso es lo que importa (ya digo yo siempre que en casa del herrero, cuchara de palo).
Como peculiaridad, os puedo decir que era una tarta con una parte "glutoniana" y otra sin gluten. Para evitar que se juntaran, la de arriba (la gluten free) iba separada del resto por una bandeja. Y a la hora de cortarla la quitamos rápidamente para que no hubiese ningún tipo de contaminación cruzada. Así todos, celíacos y no celíacos, pudimos disfrutar de un trocito de tarta. Por cierto, ambas eran de chocolate y rellenas de crema suiza también de chocolate.
Lo dicho, el jueves que ya estaré repuesta del jet lag (espero) y habré puesto como un millón de lavadoras, os cuento todo, todo, todo de Nueva York.
Besos mil
Helena